CARA A CARA

Carta de J.N. Darby

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1847, al sr. P. S. 



Amado hermano:

Debo responder aun dos preguntas que en vuestra misiva me formuláis y que un servidor no ha satisfecho todavía. ¿"Veremos al Padre cara a cara"? ¿Qué quiere decir "la imagen de Dios"?
Es preciso recordar que "cara" es una expresión que incluye una importante y preciosa verdad, pero no hemos de olvidar que es un vocablo figurativo.
Asimismo "faz a faz" es empleada para mostrar una manera de conocer y no un hecho material. He aquí lo que es evidente: en lugar de conocer a Dios por la fe, habrá una revelación de Él, plena e inmediata; y cuando digo "de Él", hablo de su Persona y no en relación con ella. Es decir, inmediata subjetivamente, en conexión con la manera de conocerte y no por comunicaciones intermediarias. Es Él, plenamente, sin intervención de un medio, sea cual sea la forma de revelación de si mismo. El corazón enseñado por el Espíritu Santo y participando de la naturaleza divina tiene necesidad de todo eso: "Mi alma tiene sed de Dios, para ver tu poder y tu gloria, así como las he contemplado en el santuario."
El discernimiento que se tiene de Dios imprime en el corazón la necesidad imperiosa de conocerle inmediatamente, de estar conscientemente con Él. Considerad Cristo como hombre: "Quien es de Dios, este ha visto al Padre." "El Hijo del hombre que está en el cielo." Aplicable ahora el Salmo 63. Como presente en este mundo, deseaba con ardor absorbente ver a Dios, a quien conocía perfectamente y que también había visto en su santuario. Aplicad este mismo Salmo a nosotros: uno se dá cuenta y siente de la maner más profunda y más íntima, que ha visto a Dios en Cristo. El corazón tiene plena satisfacción. No necesita otra cosa. Es a Dios a quien busca, desea y quiere por la gracia y además porque se ha revelado y ha sido hallado. Es Él a quien conocemos; nada hay más profundo que esta convicción. Esto (el conocimiento) domina la conciencia de nuestra existencia, cosa maravillosa e inteligible para quien no le conoce, pero verdadero, pues la presencia de Dios nos embarga más que nuestra propia conciencia; borra, elimina el yo dándole al olvido, aunque se conozca de por si, pues es una revelación real y el resplandor gozoso del conocimiento de Dios eclipsa al hombre en su protagonismo y ante sus propios ojos. Uno se olvida de si y en cambio le es revelado perfectamente que será manifestado en Cristo.
Es preciso también distinguir aquí al Padre. Cuando el Hijo se hizo hombre y tomó su lugar como Uno entre nosotros, es siempre el Padre quien se presenta como el Dios verdadero al decir a los discípulos: "Antes que Abraham fuese, yo soy", y a la incredulidad de sus discípulos: "Quien me ha visto a mí ha visto al Padre". Al hombre le presenta Dios; con el hombre, reconoce Dios y Padre como tal.
El Hijo se anonadó a si mismo, quien también tenía la gloria y era uno con el Padre como nosotros tenemos el privilegio de hacerlo y éramos de aquellos que en otro tiempo teníamos la miseria por herencia. "Mi Padre y vuestro Padre" dice, "mi Dios y vuestro Dios".
Recordemos: Aunque el Padre, en este sentido, tiene propia y esencialmente el lugar de Dios en nuestras almas, este es un nombre de relación, así como Dios es un nombre de naturaleza. Cuando se habla de verle, hay que tener en cuenta esta distinción.
Examinemos ahora la instrucción que la Palabra nos ofrece sobre el tema que nos ocupa.
1º- En cierto sentido, Dios es invisible en su esencia: "la imagen del Dios invisible". "Ha sido manifestado en carne, visto de los ángeles." Habita en luz inaccesible: No es visible. Algunas frases que podrían ser utilizadas para contradecir este hecho no me parecen estar en la línea (por decirlo de alguna manera) de lo material. Está escrito que Moisés habló con Dios "faz a faz", o "boca a boca", pero esto era en contraste con sueños y visiones. En su caso se trataba de la nube que había descendido y Dios hablaba directamente por palabras, así como en la zarza lo hacía desde una llama de fuego. Cuando está escrito: "Sus siervos le servirán y verán su rostro", no dudo que esto presenta la idea de estar ante Dios, pero creo al mismo tiempo que es una imagen tomada de la corte de un rey (comparar 2º de Crónicas 9:7 y 1º de Reyes 10:8 con Ester 1:14). Nadie puede comparecer ante la faz de Dios para conocerle, independientemente de los elementos o cosas en que se revela. Nos cubre con su mano y nos esconde mientras pasa, después vemos quien sea cuándo ya pasó, pero no vemos su faz. (Éxodo 33:21-23). Aceptemos la redención y el amor de Dios, la cosa es evidente.
Estos datos ofrecidos por la Palabra corrigen negativamente la idea de que Dios pueda verse. Pero cuando Dios se ha manifestado a los hombres, ha sido- y lo digo sin dudar- mediante su Hijo. (Comparar Isaías 6 con Juan 12:40,41; Sinaí con Hebreos 12:25,26; Isaías 2 y otros pasajes no dejan duda alguna en mi espíritu). De modo que veremos Dios Jehová, en Cristo; es así que los ángeles le ven. Es así que, en Apocalipsis, Él, en singular, se refiere a Dios y al Cordero. Cuando son distinguidos (Apocalipsis 21:22,23), encontramos "la gloria de Dios", y "el Cordero que es su lumbrera" es el porta gloria, el objeto reconocido en la gloria, y en quien la tal se manifiesta. En este pasaje es Dios: El Señor. "El Señor, Dios, el Todopoderoso y el cordero son el Templo", pero aun aquí el carácter inmediato de esta manifestación es evidente. Un templo rodea Dios de gloria, de solemnidad, de un aparato de honor donde resido, pero le esconde. Ahora bien, aquí es Dios, su presencia quien es el templo; se manifiesta, se despliega para estar con nosotros. Esta manifestación - que es el lugar de nuestra adoración - le caracteriza. El lugar que se reviste de lo que es hecho de manos para llamar la atención del hombre sustrayéndole así a sus propios ojos. Dios se rodeará de su gloria como Templo y será el objeto de nuestra adoración al revelarse. (Ver Judas 24,25; Hechos 7:55) ¿Cómo la cosa sucederá materialmente, por así decir? No lo sé. Tampoco sé lo que será un cuerpo glorioso. No creo que se trate solamente del Cristo glorificado a quien veamos, aunque sea seguramente Él, porque también en Él veremos el Primogénito entre muchos hermanos. Además de la gloria de Dios, tenemos la relación con el Padre de la que gozamos de inmediato. Es Cristo quien nos la revela, así como ha manifestado a Dios; pero nosotros vamos hacia nuestro Padre como hacia nuestro Dios. El Padre mismo nos ama y estaremos en su casa. Cristo vendrá en la gloria del Padre (Lucas 9:26) como en la suya propia, así como el Padre se ha manifestado moralmente y en poder en Él (es decir, en Cristo) en su humillación. Pero esta gloria del Padre es ante todo una relación, más que una gloria pública. Estaremos en la casa, en el reino del Padre; puesto que tenemos el lugar y el título de hijos. El mismo Padre nos ama y le conocemos inmediatamente como tal; en el presente ya le conocemos (Juan 17:26); pero estando como hijos ante Él, la Palabra nos habla aun más de su amor, de la comunicación de sus palabras, de su casa, que de verle, en tanto que -por mi parte- he comprendido por gracia las Escrituras que se relacionan con este sublime tema. En cierto lugar está escrito: "No que alguno haya visto al Padre" (Juan 6:46). Aquel que es Padre, vemos cuando menos su gloria como Dios. Nos comunica una relación que no se ve, pero estamos ante Él para gozar en su casa como hijos. No nos sentamos sobre su Trono, Cristo sí (Apocalipsis 3:21) y nosotros estaremos sentados sobre el trono de Cristo.
En su distinción personal -si podemos expresarnos de tal manera- ignoro que en le Palabra sea afirmado que nosotros veamos al Padre. No lo creo, pero si afirmo que estaremos inmediatamente ante Dios como Padre, conociéndole, por que conocemos su relación con el Hijo y que estamos con Él -y por gracia- en esta relación.
Dios es conocido en la revelación del Padre en el Hijo. La oración fundamentada (Efesios 3) sobre el título de Padre, confirma lo que adelanto. Conocimiento de la relación más íntima y la más inmediata con el Padre y con Cristo, pero la idea de verle no es presentada en la Palabra salvo cuanto a Cristo: "Aquel que me ha visto a visto al Padre", y yo no creo que esta prerrogativa sea comunicada en otro lugar a los hijos. Veo en Juan 14:15,16,17, las relaciones más íntimas, el conocimiento más profundo del corazón, pues nos ama como ama a Jesús y permanece en nosotros para que gocemos, pero el Espíritu nos conduce (me parece) hacia otro terreno que el de "ver"; mientras que, sea cual sea, el medio de responder en lo alto a la visión física de aquí en esta tierra, está bien dicho que nosotros veremos la faz de Dios. Es con Jesús que le veremos, y él es nuestro Padre; estaremos en su casa. La idea de estar en su presencia es verificada por la expresión: "Yo le confesaré ante mi Padre". Creo que Mateo 18:10 es también la figura de una corte real.
2º- Cuanto a "la imagen de Dios", no se si mis ideas son tan claras como las que me han ocupado anteriormente, o si usted, no las encontrará tal cuales. La Palabra no dice gran cosa: "Y renovaros en el Espíritu de vuestra mente, y vestir el nuevo hombre que es criado conforme a Dios en justicia y en santidad de verdad." (Efesios 4:23-24), lo que corresponde al pasaje de Colosenses 3:10, "revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creo se va renovando hasta el conocimiento pleno". Pero esto me parece otra cosa que el hombre criatura, porque aquí el conocimiento entra, y es en justicia moralmente, así como en santidad. Es decir, el bien según el poder de Dios, cuando el conocimiento del bien y del mal es evidente.
El hombre, antes de su caída, no era ni justo ni santo, era -eso sí- inocente. Sin embargo podemos decir que era santo en cuanto al sentido de la ausencia del mal, lo cual es verdad relacionado a la naturaleza esencial de Dios, pero no poseyendo el conocimiento del bien y del mal. Tampoco se hallaba separado en su corazón de este mal, así como lo está Dios. Tampoco había injusticia; el mal no existía. Pero me parece que había otro punto capital en su parecido con Dios; era el centro de un inmenso sistema que dependía de él; los ángeles jamás lo han tenido: debía tener los sentimientos, la responsabilidad, las afecciones que se desprenden y que son, por así decir, el deber de una tal posición. En el principio estaba solo; no hablo aquí del dominio sobre lo que este sistema incluía, lo que se ajusta a la idea de imagen, si no de lo que la posición incluye de moral para el hombre en cuanto a sus sentimientos interiores. Alejado de Dios, existe un esfuerzo continuo de la parte del hombre en vista de promocionarse como centro. ¡Qué miserias se desprenden de una tal inclinación! Es el desorden del principio de su posición sin Dios. El hombre es la imagen de Aquel que ha de venir; en tal relación, Cristo ocupará este lugar. Ahora bien, éste será el resultado del cumplimiento de todo lo que era necesario para la gloria de Dios cuando al conocimiento del bien y del mal apareció, así como la justicia relativa y la santidad que se relaciona, y no solamente la imagen en tanto que el mal estaba intrínsicamente ausente de la naturaleza de una manera positiva. No sabría decir en que otro orden el hombre ha sido creado a imagen de Dios. Era ya mucho formar la naturaleza esencial y la posición necesaria y central de Dios mismo. El resto es contraste cuando la imperfección y la eclosión del bien ha comenzado. El hombre no fue creado para el fracaso; no habría sido simplemente bueno. Se puede añadir -creo yo- la idea de bondad positiva hacia todo aquello que estaba en relación como centro y superior, pero lo que digo, consolida este pensamiento: un ángel, aun siendo bueno como siervo cuando rendía una prestación, no era bueno en este sentido: Él (el Ángel) no estaba situado como centro y superior de aquello que le rodeaba, en relación con lo cual debía mostrarse bueno.
Es posible que halléis mis explicaciones (yo así lo creo), un poco vagas, pero que le vamos a hacer. No teniendo nada mejor en mi espíritu, os las ofrezco tal cuales.
Seamos agradecidos de tener todo lo que concierne a lo que Dios es para nosotros y de que nuestro nuevo estado esté claramente revelado y definido.

J.N.D.


 

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