MINISTERIO, ¿DIVINO O HUMANO?

F.W. Grant

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La santa Palabra de Dios siempre se encomienda a sí misma al corazón y a la conciencia.
El esfuerzo de querer dar aprobación al sacerdocio romano o a la jerarquía protestante o a cualquier tipo de clero, fracasa en ambos casos por estar sobre el mismo terreno del nicolaitismo. No, el nicolaitismo no es cosa del pasado, no es doctrina oscura de épocas pasadas, sino un gigantesco y difundido sistema de error, fructífero en resultados malignos. El error, aunque mortal, puede perdurar por mucho tiempo. No vayamos detrás de él por causa de su antigüedad o porque todo el mundo lo siga. El Señor aborrece este perverso sistema clerical. Si, Él lo aborrece.
¿Deberíamos sentir miedo de tener comunión con este asunto? Todos debemos reconocer que hay buenos hombres involucrados en este sistema: hombres piadosos y verdaderos ministros, que llevan sin saber el emblema de los hombres. ¡Que Dios los libre! ¡Que puedan echar a un lado sus ataduras y ser libres! ¡Que puedan elevarse a la verdadera dignidad de su llamamiento y ser responsables ante Dios, caminando delante de Él solamente!

Por otro lado, amados hermanos, es de gran importancia que todos los integrantes de Su pueblo, por diferente que sea su lugar en el Cuerpo de Cristo, sean conscientes de que todos ellos son ministros, así como sacerdotes, sin excepción. Cada cristiano tiene deberes espirituales que emanan de sus relaciones espirituales con todos los demás cristianos. Es el privilegio de cada cristiano contribuir con su participación al tesoro común de los dones espirituales con los cuales Cristo ha dotado a su Iglesia. Uno que no contribuye con su ministerio, está reteniendo de hecho lo que es su obligación para con toda la familia de Dios. Nadie que posea siquiera un aparentemente pequeño «talento» tiene derecho a ocultarlo y no invertirlo. Tal acción es infidelidad e incredulidad.

“Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35). Hermanos, ¿cuándo despertaremos a la realidad de estas palabras? Tenemos una inagotable fuente de regocijo, la cual es para bendición, y si viniéramos a ella cuando tenemos sed, ríos de agua viva correrían de nosotros. La fuente de agua viva (la Palabra) no está limitada, para aquel que la recibe, por la cantidad que recibe de ella. Ella es divina y, además, completamente nuestra. ¡Oh, conocer más de esta plenitud y de toda la responsabilidad de su posesión en un mundo espiritualmente seco y cansado! ¡Oh, conocer mejor la infinita gracia que nos utiliza como el medio de su paso hacia los hombres! ¿Cuándo estaremos en condiciones de entender nuestra común posición y dulce realidad de la comunión verdadera con Él, quien “no vino para ser servido, sino para servir”? (Mateo 20:28). ¡Oh, por un ministerio no oficial!; que corazones llenos rebasen dentro de los vacíos para que muchos otros puedan también estar llenos. Cómo debería regocijarnos en un mundo de necesidad, miseria y pecado el hecho de encontrar constantes oportunidades para mostrar la capacidad de la plenitud de Cristo para combatir y ministrar a cada una de las necesidades del mundo.

Para resumir, pues, podemos afirmar que el ministerio oficial es independencia práctica del Espíritu de Dios. Dice que un hombre debe rebosar, aun cuando estuviere vacío; y, por otro lado, que otro no debe rebosar, aun si estuviere lleno. Propone, ante la presencia del Espíritu Santo —que vino en la ausencia de Cristo para ser el Guardián de su pueblo— asegurar el orden y el fortalecimiento mediante legislación en vez de hacerlo mediante poder espiritual. Provoca que el rebaño de Cristo deje de escuchar Su voz, haciéndolo algo innecesario para ellos. De este modo sanciona y perpetúa la no-espiritualidad individual, en lugar de condenarla y de evitarla.

En el método de Dios para el tratamiento de la no-espiritualidad, el fracaso humano puede tornarse exteriormente más evidente, pues Dios se interesa poco en una apariencia exterior correcta cuando el corazón no es recto para con Él. ¡Él sabe que la habilidad para guardar una correcta apariencia, a menudo impide el juicio honesto, delante de Él, de la verdadera condición espiritual! Los hombres hubiesen regañado a Pedro por su tentativa de caminar sobre aquellas olas (Mateo 14:24-33), lo cual evidenció su poca fe. Sin embargo, el Señor sólo reprochó la pequeñez de la fe que lo hizo fracasar. El hombre hubiera propuesto el bote para el fracaso de Pedro en lugar del poder del sostén del Señor, sostén que le hizo probar a Pedro. De cualquier manera viento y olas pueden hundir el bote, pero “el Señor en las alturas es más poderoso que el estruendo de las muchas aguas, más que las recias ondas del mar” (Salmo 93:4). A lo largo de estos siglos de fracaso humano, ¿ha probado alguno que Dios sea infiel? Amados, ¿es vuestra honesta convicción que es algo completamente seguro confiar en el Dios viviente? Si es así, entonces dejemos a Dios obrar, por más que debamos admitir que hemos fracasado. Actuemos como si realmente confiáramos en Él.

 

 

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