LA FE
– Lo que es, y a lo que lleva –

Consideraciones
 

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Permíteme unas breves consideraciones sobre la fe –lo que es, y a lo que lleva. Es mucho lo que la Biblia nos habla acerca de la fe, y nos dice que «la fe viene del oír; y el oír, por medio de la Palabra de Dios.» (Romanos 10:17)

Dios está ahí. Otro pasaje de las Escrituras nos dice que «es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.» (Hebreos 11:6) Ante todo tengo que tener en mi alma la convicción de que Dios existe. Puede ser que tú digas: No le conozco. Esto es totalmente cierto, y la pregunta es, ¿Cómo puedes conocerle? No puedes aprender de Él por la naturaleza, pero se revela a Sí mismo por Su Hijo y por Su Palabra. «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo» (Hebreos 1:1,2). La gran cosa de la que aferrarse es esta: que Dios ha hablado. Lo que tú y yo tenemos que hacer es escuchar, y estoy seguro de esto, que si escuchas, creerás, porque la fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios. Si oyes a la voz de Dios, ella hará efecto sobre ti, producirá una marca verdadera y profunda en ti –una marca que la razón no producirá, porque la razón puede apartar a un hombre de Dios, y a menudo lo hace; pero la fe, el producto de la recepción de la Palabra de Dios, siempre lleva al hombre a Dios.

Las Escrituras están repletas de ejemplos de fe, y de lo que la fe puede hacer. Recuerda, viene «del oír, y el oír por medio de la Palabra de Dios.» En esta afirmación queda contenido el verdadero valor para el alma del sonido de la bendita Palabra del mismo Dios. Alguien podrá preguntarme: ¿Qué es la fe? No creo que pueda definir la fe, pero hay un pasaje en la Biblia, que creo que nos da una perfecta definición de la fe. Se halla en el tercer capítulo del Evangelio de San Juan. Allí encuentro estas palabras referentes al Señor Jesucristo: «El que viene de arriba está por encima de todos; el que es de la tierra, es terrenal, y habla cosas terrenales.» El que viene de arriba puede decirnos cuales son las cosas que le complacen a Aquel que está arriba; mientras que el que es de la tierra –tú y yo–, tal como yo lo comprendo, podría hablar acerca de la tierra, aunque quizá no podría decirme ni una palabra acerca del cielo. Pero continuemos: «El que viene del cielo, está sobre todos. Y lo que ha visto y oído, de eso testifica; y nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio, ése certifica que Dios es veraz» (Juan 3:31-33). ¡Qué cosa más notable! Ante todo tienes que recibir lo que el Señor dice de ti. No hay una sola persona cristiana que no confiese que se vio obligado a hacerlo. El corazón humano se dispone de forma natural en contra de Dios, pero la fe acepta su testimonio. «El que recibe su testimonio, ése certifica que Dios es veraz.» Aquí es donde creo yo que conseguimos una definición de lo que es la fe.

Dios nos ha hablado por Su Hijo el Señor Jesús, y el hombre que recibe Su testimonio «ése certifica que Dios es veraz.» Esto es la fe. ¿Qué evidencia se tiene de la verdad de lo que se está exponiendo?, preguntarás. ¡Nada en absoluto! No hay evidencia de los sentidos, ni la fe la demanda. Pregunta a cualquier persona que sea creyente, pregunta a cualquiera de los que han nacido de Dios por la gracia, y que les han sido abiertos los ojos para conocer lo bendito que es el amor de Dios, y el valor de la sangre redentora de Cristo, y el gozo de saber que son salvos –pregúntales que cómo llegaron a saber que eran salvos, y ellos te dirán que fue al dar crédito a Dios de que decía la verdad, al aceptar Su Palabra como cierta, lo cual es fe. La razón humana y la sabiduría de las palabras no pueden obrar la fe; esta viene por escuchar la Palabra de Dios. Quizá quieras que aclare bien este punto. No puedo hacer esto. No puedo ponerlo claro a la mente de nadie, y te diré por qué, porque el evangelio es divino. Viene de Dios, y ninguna mente humana puede explicarlo; y ninguna mente humana lo va a recibir. La fe es el resultado de oír la Palabra de Dios, y el Espíritu de Dios obrando en el corazón. La Palabra de Dios atraviesa el corazón, te convence, te convierte, y te da nueva vida de algún modo. No sabes cómo, pero tus ojos se abren, y crees. «La fe viene del oír, y el oír por medio de la Palabra de Dios.»

¡Esta fe sencilla es algo muy bendito! Pone al alma totalmente en contacto con Dios. Eres puesto en relación con Dios. Verdaderamente, tienes que encontrarte con Él tarde o temprano. Es en vano que el hombre trate de evitarlo. La incredulidad y el escepticismo de este siglo puede que te lleve a decir: Quizá no haya Dios, y no tendré que comparecer ante Él. No te equivoques en esto, pues tendrás que comparecer ante Él antes o después. Eres una criatura responsable –un pecador. Que la criatura (el hombre) tenga que comparecer ante Dios su Creador, más tarde o más temprano, constituye la esencia de la responsabilidad. ¿Por qué no comparecer ante Él ahora? ¿Por qué no conocerle ahora? La aversión que los hombres tienen a esto muestra que hay algo que está radicalmente mal. El pecado ha producido relaciones tirantes, distancia, y terror de Dios, y cuando uno intenta llegar a un hombre con el evangelio, y quiere poner ante él las benditas cosas de Jesucristo, el entrevistado se atemoriza o se indigna ante ello en contra de uno. Se mete en su caparazón, como si estuvieras a punto de infligirle una gran herida. Esto simplemente demuestra que hay una repugnancia natural en el corazón del hombre en cuanto a tener que ver con Dios. No lo niego. Es perfectamente cierto. Puedo recordar la época cuando había repugnancia en mi Propio corazón frente a las cosas del Señor Jesús. Gracias a Dios aquel día ha pasado, y ahora estoy en el transcurso más feliz de la vida porque llegué a conocer al Dios viviente como mi Salvador. Si tu eres de aquellos que no conocen al Señor ni a Su salvación, espero que puedas aprender de la propia Palabra de Dios el camino de la salvación de Dios, y qué bendita y sencilla es. «La fe viene del oír, y el oír por medio de la Palabra de Dios.»

La condición en la que el hombre se halla hace absolutamente necesario que tenga que nacer de nuevo. No es reforma lo que precisa, sino un nuevo nacimiento. La reforma no es suficiente. ¿No he visto yo a muchos jóvenes intentando reformarse? ¿No lo intenté yo mismo? Recuerdo bien un tiempo cuando me hallaba en un lecho de dolor, cuando pensé que estaba muriendo; y estuve bien cerca de ello. Bien recuerdo que, cuando me di cuenta de que podría morir pronto, y sentí mi falta de preparación para morir, que me volví al Señor y clamé: Si me guardas la vida, te serviré. Dios dio respuesta a mi oración, y me recuperé de mi enfermedad; pero después de aquello me volví aun peor. Como ves, yo iba a volver una página nueva. Lo intenté por un tiempo, pero el hecho es que yo era un pecador perdido, y que el diablo era demasiado fuerte para mí, y que pronto fui peor que nunca. El hombre no tiene fuerza en sí mismo. Tiene que ser llevado más tarde o más temprano a este punto –y tú también tendrás que llegar–, al punto de reconocerte que eres un pecador, impío, sin fuerza, y por ello una persona perdida.

El deseo de mi corazón y oración a Dios es, que tú puedas ser salvo hoy, si no lo has sido todavía, y «la fe viene del oír, y el oír por medio de la Palabra de Dios.»

¿Has oído la palabra de Dios, y te has inclinado ante ella, creyendo lo que ella te dice? No te pido que creas ni una de mis propias palabras. Quiero que creas la Palabra de Dios. Verdaderamente, estoy tratando de mostrarte que la salvación es lo que el evangelio ofrece a una criatura perdida, impotente, e irrevocablemente arruinada, como tú o yo. El evangelio me encuentra tal como soy, y después que me ha encontrado tal como soy, me muestra lo que Cristo es, y lo que Él ha hecho por mí. Si tú lo crees, obtendrás lo que yo tengo –la salvación mediante el bendito Hijo de Dios.

¿Pero qué dice este evangelio? «Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esto es, la palabra de fe que predicamos.» (Romanos 10:8) ¿No es bien sencillo? El evangelio de Dios nos da a Cristo. Amigo, tú y yo tenemos que escuchar la voz de Dios, y cuando la escuchemos tendremos la verdad. «Cerca de ti esta la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esto es, la palabra de fe que predicamos.» ¿Qué dice esta palabra? «que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Romanos 10:9). El hombre que confiesa con su boca y que cree en su corazón es sabio.

¿Tienes fe en Aquel que murió y que resucitó? Si es así, confiésale. En la quietud de tu habitación esta noche vuélvete al Señor e invoca su nombre.
Cree en Él ahora, porque no le invocarás a no ser que creas en Él, y no creerás en Él a no ser que hayas oído de Él, y oír… ya has oído.
«La fe viene del oír, y el oír por medio de la Palabra de Dios.»

 

 

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