La separaciÓn y sus impedimentos
– ESDRAS 9 Y 10 –

J.C. Bauer

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A pesar de las advertencias del Señor «No os unáis en yugo desigual con los incrédulos»(2 Co 6:14) «Porque desviará a tu hijo de en pos de mí»(Dt 7:4), los príncipes y sacerdotes se unieron en yugo desigual. Pero Dios había dicho «desviará a tu hijo de en pos de mí» no al contrario, no que seríamos nosotros quienes llevaríamos al incrédulo en pos de Dios.

El divorcio:
Aquí vemos una situación terrible. Con terrible solución y con terribles consecuencias.
Los príncipes y levitas se ven obligados a despedir a sus esposas extranjeras. Si no lo hacen, Israel no subsistirá; Si lo hacen, pecarán, y condenarán a otros, dejándolos a su suerte, por su propio pecado.
Dios les entrega a pecado y les sujeta a él, haciendo que «no provean para los suyos» y así sean «peor que los incrédulos»(1 Ti 5:8), con el trauma que ello comporta y con las consecuencias de por vida.

La decisión es tan terrible que ni siquiera parece que Dios esté presente; al menos eso parece, pues son Esdras y otros los que toman las riendas de la situación y aconsejan por propia voluntad. No parece que Dios dé ninguna orden especial.
En situaciones así no podemos esperar a recibir instrucciones del Señor, pues difícilmente encontraremos instrucciones del Señor para pecados de muerte. Solamente humillación para que Dios no nos destruya del todo(2Cr 12:12; 2 Cr 32:26)


«Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo.»(2 Ti 2:19) es el camino del Señor, el consejo divino.

¿Quién es capaz de tomar una decisión como la que tomaron?
Las decisiones de esta índole siempre tienen consecuencias. El cisma, por causa de cristo, y sólo por causa de Cristo, implica que se pueden abandonar padre y madre y relaciones sociales; y con ello estabilidad emocional, social y religiosa(pues abandonamos una comodidad evidente).
La experiencia dice que esto no ocurre. La religión del miedo nos lo impide.
El miedo a ser castigados por Dios, miedo a caminar en contra de su voluntad: «no dejando de congregaros», «no juzguéis», «someteos a vuestros pastores» ... y tantas otras expresiones descontextuadas para someter nuestras conciencias a la voluntad carnal y no al Espíritu. Todo es fruto de un alma religiosa, hija de su tiempo, y digna heredera de todo lo sobreedificado en tantos siglos.

Los livianos se marchan por causa de la carne, los deseos del mundo; los legalistas también lo hacen por la misma causa, aunque ellos substituyen la palabra carne por Espíritu, y los deseos del mundo por los deseos cristianos. Pero no importa cómo usemos las palabras.(Is 5:20-21)
El disidente nunca ha entendido la unidad del cuerpo de Cristo; el legalista conoce bien la doctrina, pero es «tan santo» que está por encima de ella.

El legalista se enorgullece de su conocimiento, hace gala de su pretendida humildad, muestra su superioridad moral y, si es necesario, también se pavoneará de ser «más pecador que nadie».
Este comportamiento es muy apreciado entre los líderes eclesiales; es apreciado también por sus serviles palmeros o acomodaticios; y finalmente es aceptado como de Dios por parte de la manada: unos soportando por un malentendido temor, otros deseando alcanzar tal grado de santidad observado.
Esto convierte a la asamblea en un club social con connotaciones religiosas.
Una gran maldición, sí maldición, que se ha cernido sobre aquellos que no pueden, ni osan, escapar de ella.
Unos, que creen escaparse, en realidad se escapan a su vez de Dios. Otros también creen escaparse pero para ir a otro sitio, también maldito, aunque más de su agrado. Y otros que abandonan para quedarse solos, pero que en su pretendida santidad y conocimiento vano creen que sobrevivirán; craso error.
Cuando se abandona el lugar común, se abandona juzgando activamente la posición, dejando en disciplina al resto del grupo ¡aunque sea de uno contra mil! Si el grupo menosprecia a este uno, está menospreciando a Dios y a su consejo y su palabra.
El que abandona una posición es que la ha juzgado falsa. No quiere estar sólo, sino compartir a Cristo; pero no dudará en quedarse sólo a la espera de que su Señor lo encamine. No se conformará si no es con una porción total del señor. Se lo juega todo por la verdad.

Esta si es una digna posición. Ahora bien, poseer la verdad(o que esta te posea a tí) y posicionarse con valentía, juzgando el pecado en contra de la posición dominante, conlleva sufrimiento «el que añade conocimiento añade aflicción»(Ec 1:18), ostracismo «el mundo no nos conoce»(1 Jn 3:1), y mal testimonio «¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!»(Lc 6:26)

Salir puede ocasionar traumas en uno mismo, porque cosas que habías aceptado(mal hecho) ahora las juzgas. ¡Pero tienes que comenzar juzgándolas en ti mismo!
Dice el refrán: Vicente irá donde vaya la gente. Y si nosotros vamos en contra dirección nos acarreará disgustos.

Esdras 9 y 10 nos da la oportunidad de ver a aquellos que se han dado cuenta tarde de su posición, de manera que han recibido tal influencia nefasta de su entorno que han hipotecado sus vidas y les ha ligado profundamente. La gran mayoría jamás conseguirá romper esos lazos. Sólo unos poquitos(y sólo individuos, individualmente) conseguirán romper esos lazos, pero a un alto precio personal que desgarrará sus corazones, e incluso algunos(como los de Esdras o como el rey David) deberán quedar sometidos a pecado(a sus consecuencias) y deberán apechugar con ello.



Decíamos que, desgraciadamente, somos herederos de los frutos de un alma religiosa, hija de su tiempo, y digna heredera de todo lo sobreedificado en tantos siglos.

— «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.»(Jn 14:27)
¡Ojo! la paz de Cristo no es un bienestar emocional como se ha querido enseñar.
La paz de Cristo es aquella en que conociendo nuestra íntima naturaleza, pérfida y sin remedio, nos damos cuenta de que no podemos cambiarla, y por lo tanto nos convencemos de que no tenemos absolutamente nada que ofrecer al Señor. Ni una sola virtud. Así que ya somos libres para aceptar la gracia divina.

— Existe una pretendida doctrina por la que el Espíritu Santo entra en nuestras vidas y va perfeccionándonos poco a poco(¡perfeccionándonos humanamente!) ¡Perfeccionándonos moralmente para la vida en esta tierra! Esto, como poco, es un grave error.
«¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?»(Ro 7:24)
¿Alguien ha observado o visto que se perfeccionen los miembros de un cuerpo de muerte?
«Gracias doy a Dios, por medio de Jesucristo nuestro Señor. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.»(Ro 7:25)
La perfección es aquello que nos hace conformar nuestra mente a la de Cristo, es decir conocer su mente, su voluntad. Y esto no hace que nuestros miembros se regeneren ni cambien, pero, eso si, hace que nos juzguemos; que nos conozcamos a nosotros mismos y, por tanto, nos juzguemos.
Esa comunión, ese discernimiento, no esa pretendida superioridad moral sobre los demás que hemos adquirido a base de imitar conductas. «Transformándonos por medio de la renovación de nuestra mente».(Ro 12:2)

— Otra mentira maliciosa y satánica es aquella que intenta convencer de que es mejor «actuar desde dentro». No juzgo el esfuerzo generoso de los hermanos por los otros creyentes, ni su paciencia y longanimidad para con los que ponemos a prueba su amor.
Juzgo el no sancionar el mal y apartarnos de él; juzgo la cobardía, la complacencia, el corporativismo, la hipocresía y, en definitiva, la falta de aprecio por aquello que Dios nos ha legado.
Hemos convertido a la asamblea local en una especie de torre de Babel «por si Dios nos esparciese».(Gn 11:4)
Y con esta mente torcida acabamos llamando al «bien, mal y al mal, bien.»(Is 5:20-21) Incluso decimos tener buena intención. Uza también tuvo buena intención(2 Sa 6:6) ... y la maldición se cernió sobre él.(2 Sa 6:7)

La maldición se ha cernido sobre un mundo «evangélico-reformado-protestante» «tienes nombre de que vives, pero estás muerta»(Ap 3:1 en el mensaje a Sardis, que prefigura la Asamblea en la época de la reforma que salía de Tiatira-la iglesia papista).

Este «mundo»(el mundo cristiano) se ha gastado el dinero de su herencia; ha desperdiciado su renta.

Fijémonos que el mismo término «reforma» invita a «luchar desde dentro». Pues ni existió una reforma como tal, ni los reformadores fueron tales. Existió un cisma y unos cismáticos que abandonaron el mal de «Tiatira».


¿Qué nos caracteriza frente a Tiatira? ¿que no tenemos imágenes ni las adoramos? ¿que no «creemos» en la virgen? ¿ni en el Papa? ¿y cuatro cosas más por el estilo? ¡Qué pobreza más miserable!

Un evangelio diferente al predicado sea anatema(¡aun los ángeles! Gal 1:8)

 

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