DENOMINACIONES

C.H. Brown

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En la segunda carta que el apóstol escribe a los Corintios, les dice: "Porque no somos como muchos, mercaderes falsos de la Palabra de Dios: antes con sinceridad, como de Dios, delante de Dios, hablamos en Cristo" (2:17). La acusación contra los que falsean la verdad es directa y contundente, como clara y precisa es la defensa del apóstol por el ministerio en pureza y rectitud ante Dios y ante Cristo.
La Palabra de Dios condena muy seriamente las divisiones en Su Iglesia y nos dice que son pecado. Puesto que Dios nos ha dado las precisas instrucciones sobre la marcha de la Iglesia en este mundo, debemos considerar toda división y secta como rebelión contra Dios, y como el fruto de la voluntad humana. No podemos mostrarnos tolerantes con lo que está en oposición a la verdad, pues seríamos inconsecuentes ante la mirada de Dios no trazando fielmente la Palabra de Verdad. No olvidemos que tendremos que dar cuenta delante de El de nuestra conducta al respecto. ¡Cuántas veces tratamos las cosas de Dios y Su verdad trivialmente, como si de cosas sujetas a nuestro capricho y propia opinión!
Recuerdo haber leído sobre una disertación dada por el presidente de un Instituto Bíblico el día de la graduación de sus alumnos, en cuya formación no menos de veinte distintas denominaciones estaban representadas. Para alentarlos a salir a cumplir su ministerio en sus diferentes campos y destinos, y deseando contentar a todos, dijo más o menos en su discurso lo siguiente: "Yo creo que Dios ha suscitado a diferentes grupos de cristianos con el fin de enfatizar distintos aspectos de la actividad cristiana. Mientras una compañía enfatiza el "método" en la labor para Cristo, otra resalta la importancia del "bautismo"; otra necesidad del presbítero y autoridad eclesiástica…" etc. etc., hasta nombrar varias denominaciones y sus más relevantes conceptos y distinciones. No podemos honradamente creer que esto sea fidelidad a Cristo ni a la verdad de su Palabra, y mucho menos estar de acuerdo con la voluntad de Dios, ni podrá en manera alguna recibir la aprobación ante el tribunal de Cristo. Esto en principio es fruto del "racionalismo".
Ya hemos dicho que el "racionalismo" anula la Palabra de Dios, alterando sus efectos en las conciencias a fin de que el hombre pueda suplantar la verdad o revelación de Dios, pasando por alto los planes y propósitos divinos, para establecer con una conciencia insensible o cauterizada, los principios y conceptos humanos, por cuanto los que le han instruido crearon en él una conciencia altamente elástica y adaptable en cuanto a esta materia, habiéndola desposeído de todos sus altos valores y de su criterio equilibrado, y la incapacitó para distinguir lo divino de lo humano.
Sabemos que cuando Epafras estaba orando sobre sus rodillas a favor de los santos de Colosas, lo que impulsaba su ardiente plegaria era el deseo fervoroso de que aquellos pudieran estar satisfechos y encontrar todo su contentamiento en el cumplimiento y en la aceptación de la plena voluntad de Dios-en todo y cuanto El quisiera. Procuremos nosotros también escapar de todo lo que sea "racionalismo", y sometámonos a la voluntad divina, viviendo de acuerdo a los principios y verdades revelados en el ministerio de Pablo.
Cuando Pablo nombra a la Iglesia, la llama "la Iglesia de Dios." ¿Estamos y nos sentimos vinculados a ella como tal? Tal vez alguno diga con orgullo, "Yo pertenezco a la Iglesia…tal, que sin duda es la mejor, pues da suma importancia al bautismo…" No dudamos que en esta tal iglesia pueda haber mucho de bueno, pero para el apóstol, el bautismo no lo representaba todo, pues dijo: "Porque no me envió Cristo a bautizar" (1ª Cor. 1:17). Otro ejemplo es de aquel que dijera: "mi iglesia es la mejor, pues pertenezco al grupo de los Amigos;" Cristo dijo: "vosotros sois mis amigos, si hiciereis las cosas que yo os mando" (Juan 15:14). Sin duda alguna que la cosa más definida que el Señor pidió a los suyos, para que la hiciesen mientras estuviesen en esta vida aquí, fue la conocida petición, "haced esto en memoria de mi" (Luc. 22:19, y 1ª Cor. 11:24). Es algo concreto y definido, ¿no es cierto? "Comed este pan, y bebed de esta copa"; "haced esto"-Esto es lo que El pidió, y "hasta que venga."
En cambio sabemos que muchos del querido pueblo de Dios no celebran la Cena del Señor. No forma parte de sus actividades cristianas. En una palabra, no la toman en cuenta. ¿Es esto la doctrina de Pablo? Ante tales maneras de obrar en independencia de lo que la Escritura nos señala, ¿no creen que es importante conocer sobre que terreno nos encontramos? La verdad de Dios es sólo una e indivisible, y Pablo desea ardientemente que todo creyente la conozca, la reciba y se someta a ella en su totalidad, y no aprueba ni admite que cada uno haga su propia voluntad. A nosotros nos incumbe recibir y aceptar lo que Dios dice en Su Palabra. En esto hay plena bendición. El "racionalismo" no nos dará nada, sino que nos arrebatará la preciosa verdad divina, y toda la bendición que de ella emana.
Hay otro peligro, que de no ser cuidadosos nos puede arruinar; algo que anda paralelo y lado a lado con el "racionalismo", y que parece encajar perfectamente con éste. Ello es el "ritualismo".
Todo dentro del cristianismo a nuestro alrededor se dirige hacia uno de los dos momentos culminantes de su historia. Sabemos que el "Cabecilla" del renacido Imperio Romano será uno que niega a Dios en todo, aunque actuará en estrecha relación con aquella mujer, la "gran ramera"-figura de la corrupta profesión religiosa-, a lo que vendrá a desembocar en su eventual forma y estado el cristianismo apóstata de los últimos tiempos. Una parte del cristianismo actual está encabezada por el hombre-el "racionalismo"-; y otra parte está bajo la mujer-el "ritualismo". Cuando la verdadera Iglesia-el conjunto de todos los verdaderos creyentes, y no meros profesantes-sea arrebatada de este mundo, y los que son falsos cristianos sean dejados sobre la tierra los dos poderes-el poder civil y el religioso, esto es el Imperio Romano y la gran ramera-caminarán juntos por un tiempo; pero finalmente Dios en el ejercicio de Su justicia se servirá del uno para destruir al otro; y es entonces cuando el MISMO SEÑOR aniquilará el imperio infiel. Todo cuanto nos rodea está yendo sea hacia el "hombre", o sea hacia la "mujer"-hacia el "racionalismo", o hacia el "ritualismo". Ahora bien, ¿hacia dónde estamos encaminando nuestros pasos? ¿Dónde queremos quedarnos? Recordemos que según la doctrina de Pablo, la Iglesia debe rendir en este mundo un brillante y bien definido testimonio de Cristo, pues con este propósito fue dejada sobre esta tierra; su misión es testificar de nuestro bendito Señor ausente, y su vocación es estar a la expectativa de Su venida, siendo "participantes de la vocación celestial" (Heb. 3:1). ¿Hasta qué punto es consciente la actual Iglesia de esto? Debemos aceptar que su posición está bastante distanciada de esta verdad. No olvidemos que somos llamados para el cielo, no para la tierra, y nuestra mirada debe estar puesta en nuestro Señor Jesús. "Considerad al Apóstol y pontífice de nuestra profesión, Cristo Jesús" (Heb. 3:1). Y ¿dónde está El? En el cielo; y nunca la Iglesia fue dejada en este mundo como una institución terrena, y muy pronto ésta ha de ser quitada de esta escena, cosa que ella está deseando para ser introducida a la gloria por su Señor, al cual está esperando. Tal es el testimonio de la Palabra de Dios de acuerdo a la verdad que Pablo nos ha revelado.
Es una cosa cierta que si Satanás no logra corromper las cosas por medio del "racionalismo", lo hará con el "ritualismo". Cualquier cosa, ceremonia, rito, que pretenda capacitar a las almas para presentarse dignas ante Dios, aparte de la obra perfecta de Cristo, es puro "ritualismo", como lo es todo lo más mínimo que se pueda o quiera interponer entre las almas y todo cuanto Cristo hizo en la cruz en favor del pecador. Todo lo que no sea la obra de Cristo, sólo defraudará el alma privándola de las más excelsas bendiciones. El "ritualismo" es sumamente peligroso por cuanto va actuando poco a poco, y procura llevar al cristiano sobre un terreno falso. Pablo nos previene al decir: "Pues si sois muertos con Cristo cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué como si vivieseis al mundo, os sometéis a ordenanzas, tales como, no manejes, ni gustes, ni aun toques, [las cuales cosas son todas para destrucción en el uso mismo], en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres?" (Col. 2:20-22).
Entendemos que aquí no se refiere a cosas puramente materiales como comida o bebida, o cualquier otra cosa material para el consumo, sino al "ritualismo" religioso, mostrándonos Dios como hombre, antes que aceptar la obra de Cristo, a la cual nada puede ser añadido, y que nos hace perfectos delante de El, ofrece sus propias actividades religiosas para perfeccionarse por sí mismo delante de Dios. Es casi seguro que los que tal hacen, lo hagan inocentemente, y procuran que una alta jerarquía eclesiástica lo apruebe, de manera que una vez conseguido, sea para ellos algo tan solemnizado, que apenas ningún hombre osaría tocarlo con la punta de sus dedos. No obstante a todo ello, se han apartado de Cristo, de Su perfección, y de toda plenitud que tenemos en El.

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