EL HIJO DEL HOMBRE

(De la introducción al estudio sobre el Evangelio de Lucas)

J.G. Bellet

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Cada uno de los cuatro evangelios contiene un propósito que le es peculiar y definido. Es por esto que el evangelista Lucas, bien que exprimiendo como testigo entre los demás las mismas verdades divinas, las presenta bajo un aspecto particular. Es uno con los otros en el testimonio general, pero de todas formas el Espíritu de revelación las utiliza para un fin determinado.
Y esta acción diferente del mismo Espíritu, por mediación de los evangelistas, antes de mostrar una falta de unidad, la realza en plenitud y en variedad. El aceite con el cual Aarón estaba ungido y que místicamente era la plenitud y la virtud que residía sobre nuestro adorable Salvador, estaba compuesto de diferentes perfumes: mirra, canela aromática, cálamo aromático y casia (Éxodo 30). Así podemos decir que el papel de cada uno de los evangelistas es poner en evidencia, uno tras otro, las diferentes partes de esta dulce y rara composición del Santuario, para proclamar las excelencias y variadas perfecciones de Jesœs el Cristo de Dios. Pues, ¿quién podría enumerarlas todas? Era suficiente para el gozo y el honor de un servidor favorecido por tales revelaciones, exponer aunque fuera solamente una entre ellas. El santo tiene el dulce provecho de poseerlas todas juntas en la Palabra, y esto es un lenguaje a su alcance y comprensión; puede dirigirse hacia el Amado y decir: “Tus perfumes son de agradable olor; tu nombre es un perfume derramado”
Entre estos servicios variados, así distribuidos entre los evangelistas, Lucas ocupa su propio lugar. En Mateo el Señor se da a conocer a los Judíos como el Mesías. En Marcos se da a conocer, en un mundo en la necesidad, como el Servidor que suple las necesidades. En Juan halla la Iglesia –o la familia celestial– como Hijo del Padre para conducirla a su celeste mansión. Pero en Lucas halla la familia humana para conversar con ella, como siendo el único Hijo del Hombre reconocido.
“El Hijo del Hombre” es un título de una significación muy vasta. Expresa el hombre en su perfección, un hombre según Dios. Nos dice de cierta manera, que el hombre se mantiene como un nuevo ser en Jesús, y que en Él se contempla toda hermosura humana y moral en toda su plenitud. Pero no es solamente toda esta perfección moral la que es expresada en este título de “Hijo del Hombre”; son todos sus sufrimientos y todas sus glorias en relación con Él como tal. Como Hijo del Hombre fue humillado (Salmo 8), pero también como Hijo del Hombre se halla exaltado a la diestra de la Majestad en el cielo (Salmo 80). Como tal no tenía un lugar en el cual reclinar su cabeza (Lucas 9), pero es como portador de este título que se llega al Anciano de días para tomar el reino (Daniel 7:13).
Le es dado el juicio como Hijo del Hombre y en esta designación es: Heredero y Señor de todas las cosas, Cabeza y Esposo de la Iglesia. En tanto que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra de perdonar los pecados (Mateo 9:6), y es también Señor del Sábado (Marcos 2:28), a pesar de que debe permanecer tres días y tres noches en las entrañas de la tierra (Mateo 12:40). Como Hijo del Hombre era el sembrador fatigado, y como tal será también el Glorioso Segador de la mies. Como tal fue crucificado y resucitado (Mateo 17:9,22,23), pero como Hijo del Hombre tenía constantemente su lugar en el cielo (Juan 3:13,14). Y como Hijo del Hombre es el centro de todas las cosas celestes y terrestres (Juan 1:52). Porque, en efecto, era en el hombre que en otro tiempo Dios había puesto su imagen, y cuando el primer hombre, que era de la tierra, hubo quebrado esta imagen, el Hijo de Dios llevó a cabo el intento de restablecerla, para realizar en el hombre y por el hombre el propósito divino, situándolo en este lugar de honor y confianza que Dios había ya en otro tiempo previsto para Él.
Así, este título o nombre del Señor, el “Hijo del Hombre” tiene un alcance amplísimo y elevado; está estrechamente ligado a su Persona con todos sus dolores, pero también con todas sus dignidades, excepto naturalmente en lo que posee en Sí mismo como siendo “Dios sobre todas las cosas bendito eternamente”. Él es el hombre ungido, el templo humano sin mácula, engendrado por el Espíritu Santo en un principio y después henchido por Él (Lucas 1:35, 4:1). Él es el hombre anonadado que anduvo en el dolor por esta tierra y que sufrió la muerte en la cruz (Filipenses 2). Hoy es el hombre exaltado coronado de gloria y honor y que pronto tendrá todo poder (Hebreos 2).
Y como “Hijo del Hombre” se ocupa del hombre; y es bajo este aspecto, creo, que el evangelista Lucas nos lo presenta especialmente. En este evangelio conversa con la familia humana. Vino como el hombre ungido, para manifestar a éste según el pensamiento del cielo, representando al Dios bienaventurado en medio de la familia humana que se había grandemente rebelado contra Él. Sólo en Él no había defecto alguno; y por ello ponía en evidencia el estado de aquellos entre los cuales iba creciendo. Había venido para esto. Podía en perfección mostrar en Sí mismo al hombre según Dios, en contraste con lo que es el hombre dado al mal, de manera que en este Evangelio es ante todo el hombre social, visto en sus relaciones con los hombres en cualquier lugar donde los encontraba, de suerte que en todo y por todos podía ser hallado y conocido como el Hombre Ungido.


 

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