LOS EFECTOS PRÁCTICOS DE LA PROFECÍA

B. Anstey

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Hay, tal vez, un triple efecto que la profecía tendrá sobre nosotros cuando es interpretada correctamente. Primeramente, «Hasta que el día esclarezca ....en vuestros corazones» (2 P. 1:19). Esto se refiere al brillo superior de la verdad cristiana en el Nuevo Testamento. El Apóstol Pedro pone esto en contraste con la «lámpara» que brilla en un lugar oscuro, lo cual se refiere a las Escrituras proféticas del Antiguo Testamento. Una guía más brillante nos ha sido dada ahora, en el concepto de la verdad del Nuevo Testamento. Esto no significa que vamos a descuidar las Escrituras del Antiguo Testamento. Pedro habla bastante en contra de esto, porque dice que haríamos bien en prestar atención a ellas. En la lectura de estas profecías del Antiguo Testamento, las verdades del Nuevo Testamento aparecen con un contraste más distintivo, tal como la clara luz del día excede la luz de una lámpara. Como resultado, se nos permite ver el gran contraste que hay entre las bendiciones de Israel, y las bendiciones celestiales y privilegios de la Iglesia. El efecto práctico de entender nuestras bendiciones cristianas, nos hará entender lo que es correctamente nuestro.
En segundo lugar, el aprendizaje de la profecía produce que el lucero de la mañana salga en nuestros corazones (2 P. 1:19). Esto se refiere a la venida de Cristo por Su esposa, la Iglesia, en el rapto. Cuando nos damos cuenta que antes de que todas estas cosas en la profecía se lleven a cabo, el Señor debe primero venir y llevarnos al hogar celestial, el hecho de Su venida por nosotros se vuelve aun más inminente.

En tercer lugar, leer la profecía nos da la posibilidad de ver el fin de este mundo. Cuando advertimos que todo esto quedará bajo el juicio de Dios, nos damos cuenta lo absolutamente inútil que es estar gastando nuestras energías en construir sobre algo que está condenado. El efecto práctico que causará en nosotros será estar más separados ahora del mundo. «Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!» (2 P. 3:11-12).

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