NO AGRADABLE MAS NECESARIO

C. Sanz

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"Empero la serpiente era astuta más 
que todos los animales del campo..."
(Génesis 3:1)


Hay ocupaciones engorrosas en la vida diaria, de las cuales desearíamos vernos libres, mas no son necesarias para mantener el equilibrio de la paz, el orden del hogar y la marcha de nuestros quehaceres, y así el lema "no agradable mas necesario" viene a cuadrar exactamente con el objeto de esta advertencia. Pues nosotros más bien deseamos ocuparnos del bendito Salvador que llena de gozo nuestro espíritu, aunque ahora, en vista de servirle mejor, tengamos que hacerlo del adversario para guardarnos de sus engaños, porque en lo tocante a la vida espiritual esto alcanza tanto más valor, puesto que Satanás se empeña en ocupar la plaza de huésped en nuestro corazón viniendo a ser así, el usurpador.
Entre las variadas formas de presentación que posee para intentar el triunfo (que dicho sea de paso, logra más veces de las que fuera desear) ninguna tan peligrosa como la astucia. Nadie le vence en tal género de lidia. ¡Pobre y orgulloso corazón! ¿Cómo resistirás? ¿Cuáles serán tus armas en semejante y desigual combate?
Tu has leído en la tragedia del Edén cuáles fueron los preliminares que dieron al traste con todas las naturales magnificencias de una vida terrenal pura, inmaculada, señoreada, inocente y perfecta.
Así queda rubricada la escena de la creación: "Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno..." (Génesis 1:31). Tu has leído y sin duda has pensado en el cúmulo de consecuencias resultantes de tal tragedia, y si en aquel estado de ruina no hubiese intervenido la gracia proveedora de Dios que posee todos los recursos que el amor engendra, ¿qué sería de nosotros en tanto que linaje de Adán?...
"Empero la serpiente era astuta..." Cuántos de los grandes hombres de Dios en un momento de sus vida fueron presa de esa astucia.
David, el rey valiente, abnegado, probado y fiel, el de los profundos ejercicios espirituales, el experimentado en amarguras, en dolores, en injusticias sin cuento, el que casi podía poseer la inocuidad en cuanto a fiarse de sí mismo o confiar en sus propias fuerzas, (tan llena está su historia de la prosperidad y salvación que Dios le dio en todas sus empresas y salidas contra el enemigo) puso de manifiesto el estado de su corazón cuando el censo del pueblo (1 Crónicas 21).
Salomón, su hijo, con toda la gloria, la sabiduría con que el Señor le dotó, sus riquezas, el poder y engrandecimiento que tuvo, la paz de su reinado, las promesas que Dios le hizo, etc., no fueron impedimento para evitar su caída que tenemos relatada en 1 Reyes 18:11.
¿Y qué diremos del esforzado Elías, triunfador en el Carmelo y luego huyendo por las amenazas de Jezabel? (1 Reyes 18:19).
Si pasamos al Nuevo Testamento hallamos también pasajes harto elocuentes de como siendo varones aprobados e instrumentos escogidos de parte del Señor, no se libraron de esa astucia, que siempre labora en contra de los intereses de Cristo sea individualmente o bien en la asamblea.
Cuando el Señor tenía ante sí la escena del Calvario, con todas las innumerables consecuencias de dolor y sufrimiento, e instituía para los suyos aquel dulce mandamiento de "haced esto en memoria de mí", ellos contendieron a continuación sobre quien "parecía ser el primero" (Lucas 22:14-28).
Bernabé guiado por su afecto familiar, no discernió ni aquilató bien la posición de su sobrino Marcos (Hechos 15:37-40) y desde allí queda eclipsado del relato histórico, cuando hasta entonces su nombre había brillado con singular prestancia.
En Gálatas aprendemos que Pedro, el distinguido del Señor en tantas cosas y circunstancias, tiene que ser reprendido por proceder con doblez de corazón, causando por su influencia bastante daño en la conducta de otros. 
Y tu y yo, -amigo lector- ¡cuánto podríamos contar de la astucia de la serpiente antigua...!
No hablamos ahora de Satanás en su aspecto de perseguidor usando de violencia, matando y quemando los cuerpos de los santos, mas hablamos del mismo, corrompiendo el entendimiento y pervirtiendo la rectitud espiritual de los redimidos; combate para el cual no hay otro escudo que la más estricta obediencia a la Palabra de Dios discernida por el poder y la sabiduría del Espíritu y la comunión con la bendita Persona del Salvador.
Hemos de recurrir gustosamente a la aleccionadora escena del Señor en el desierto, tentado por el tentador y constatar el acusado contraste con Génesis 3. Las condiciones morales eran idénticas en cuanto a almas sujetas a la presión del adversario, mas las disposiciones de corazón y el escenario eran distintos.
En Edén eran la abundancia, por no decir la saciedad (si esta palabra puede usarse en la perfección del marco en que aquel fatal diálogo tenía lugar), era la belleza sin par, la armonía, la paz. En el desierto (Lucas 4) era el peligro, la aridez, la soledad, la fatiga y el hambre. En Edén era el corazón de la mujer prestándose a una lucha desigual de antemano vencida, sucumbiendo ante su mortal enemigo por admitir el coloquio, en vez de aferrarse a la obediencia y a las promesas de Dios. En el desierto, era el Hombre venciendo, apoyándose en la Palabra de Dios sin pervertir (Satanás la pervertía), no tentando al Señor (tal vez era la plaza de sumisión tomada voluntariamente por el Divino Maestro), reconociéndole como Él solo, digno de recibir homenaje, honra y loor, y asimismo prefiriendo el alimento espiritual eterno, al material momentáneo y pasajero. Tal es la lección, tal es el Maestro. No existe problema que la Palabra de Dios no resuelva. Para todo hallamos respuesta en sus inspiradas páginas. No quisiera el bendito Padre celestial dejarnos huérfanos de enseñanzas (su amor se lo impide) que son más que primordiales en nuestro diario vivir y otras que son trascendentales en nuestra vida entera, por más que la "astuta serpiente" se empeñe en desvirtuar, torcer, tergiversar, variar o desmentir como lo hizo con Eva cuando le dijo "no moriréis".
Todo estriba en dos afirmaciones rotundas en nuestro espíritu: Fe en la Persona que prometió y confianza en lo que habló.
En Proverbios 3:5-6 tenemos la salvaguarda de todos nuestros pasos si seguimos su saludable advertencia: "Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no estribes en tu prudencia, reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará todas tus veredas".
Roguemos al Señor que permita siempre el que no desmayemos en la vigilancia de nuestros propósitos, para que el corazón natural "engañoso y perverso", no sea preso de las maquinaciones astutas de "la serpiente Antigua".


 

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