RELACIONES LABORALES
J.C. Bauer
Las relaciones empresario-empleado y viceversa deberían estar marcadas por la
lealtad y el ajuste a las leyes y estatutos. Pero para un cristiano y para la
iglesia existe una ley superior, esta es moral y no debe traspasarse.
El empleado cristiano tiene como patrones determinantes la lealtad y obediencia
hacia quien le ha confiado un lugar en su casa o negocio (Ef 6:5-8). El
empresario, en cambio, tiene una mayor responsabilidad pues el jefe de la casa
debe velar por los suyos (Ef 6:9) (Zac 11:4-5)
Oímos, desgraciadamente, de casos en los que el empresario cristiano roba con
total impunidad al empleado, presionando y engañando para que firme una
liquidación menor de la que le corresponde; y todo ello con la aprobación de los
gobernantes mundanos, que no permiten revocar la firma al pobre trabajador.
Claro, el empresario aduce que no hay nada ilegal, puesto que el empleado ha
firmado. Pero ha cometido engaño y estafa aunque no se le pueda perseguir
judicialmente.
Conocemos el caso de una empresa (la llamaremos Her Abusón) que engañó y estafó
a un empleado (lo llamaremos el pequeño David). Este se sintió muy mal porque
Her Abusón es cristiano y muy conocido entre su grupo de comunión en toda
Europa. El pequeño David contactó con el hermano responsable de la empresa (lo
llamaremos Rodolfo) y le puso al corriente de la estafa; ¡Cuál no fue su
sorpresa al comprobar que la respuesta de Rodolfo era que ya lo sabían y que no
se podía hacer nada! advirtiéndole que todo estaba dentro de la legalidad (al
haber firmado, aunque sea por coacción u engaño, tiene carácter vinculante).
Lejos de recibir comprensión lo que recibió fue reprensión por atreverse a decir
que se sentía engañado y humillado. Según Rodolfo debía retractarse y pedir
disculpas por haber dicho que se le había mentido; y todo ello bajo el apremio
de que era un mal creyente al pensar así. (¡Qué bien conocemos esa argucia del
creyente que transforma una queja legítima en un agravio hacia su persona
haciendo que al agraviado parezca el ofensor!)
Por nuestra parte no podemos dejar de contemplar con tristeza que existen
creyentes a quienes el dios mamón ha alejado del Señor. Pero, además de la
tristeza, también sentimos indignación por que se pisotea al débil(por su
condición de débil) y se usa el nombre de Dios para intentar intimidar al
agraviado. Por lo primero se debería llamar al orden y arrepentimiento y, si es
necesario, una acción disciplinaria. Pero en lo segundo vemos un menosprecio por
las cosas divinas.
Una vez finalizados los intentos por que sea resarcido el pequeño David, y sin
amparo ya que el pequeño David no pertenece a ese grupo de comunión, no podemos
dejar de decir que Her Abusón es un sinvergüenza que no merece el cobijo de
ninguna reunión o grupo.
No podemos admitir, entre cristianos, que el fuerte pisotee al débil, pero menos
aún que se quiera llamar a la injusticia justicia y a la verdad mentira (Is
5:20).
Si permitimos que estos personajes permanezcan en nuestra comunión, estaremos
teniendo comunión con aquellos de los que habla el apóstol Pablo (1Co 5:11).
Se hace tristemente imprescindible aplicar disciplina para que el hijo de Dios
se avergüence, así como el rey David.
Y aunque hay quien piensa que no sólo debería de ausentarse de la comunión sino
también de ocupar un asiento, no debemos dar lugar a la jactancia.
Tenemos que confesar que todo hombre tiene esas tendencias en su corazón y
caemos porque somos débiles, presuntuosos y jactanciosos; y somos capaces de
causar mucho dolor a los demás, y peor aún: de que ello no nos importe en
absoluto.
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