UNA AMONESTACIÓN
J.N. Darby
Mis amados hermanos
Al escribiros estas líneas, siento una gran responsabilidad, pero también un verdadero gozo al ser conducido en mi mente hacia lo que estimo ser aquello que el Espíritu de Dios demanda. ...
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"El Señor a quien ama disciplina y azota a todo el que recibe por hijo." (Hebreos 12:5-12). Ahora bien, Él nos ha aceptado y esto es una gracia y una bendición singular.
Soñemos semejante cosa: Pobres e indignos como somos y en cambio nos ha aprobado como sus testigos en esta tierra! Ahora bien, a pesar del gran privilegio que esto comporta, yo no hablo como siendo algo adquirido. "Vosotros sois mis testigos" dice el Señor a Israel: esta era primordialmente la posición de responsabilidad en que se hallaban situados. Todo cristiano, en su propio lugar, es tal, a fin de que la vida de Jesús sea manifestada en su carne mortal.
Las siete iglesias de Apocalipsis, han sido presentadas extensamente en relación con este tema, pero nos conviene aun profundizar, aunque sea brevemente, sobre su verdadero carácter. No podemos dudar, pienso yo, que las tales asambleas ofrezcan un bosquejo breve pero incisivo del curso -o carrera- de la cristiandad occidental cuando la operación de Dios situó a este cuerpo profesante en una posición de responsabilidad humana. En primer lugar hallamos el desarrollo completo de su carácter eclesiástico, hasta que, habiéndosele dado un tiempo para arrepentirse, este cuerpo profesante cae bajo el juicio de Dios; entonces el reino y la estrella del alba (Cristo en su carácter celeste), le sustituye. Al mismo tiempo se manifiesta el cuadro del protestantismo siguiendo su curso de forma paralela a lo que precede hasta que sea rechazado.
Esta parte de la cristiandad había sido limpiada de su paganismo, y en este aspecto mostró mucha actividad; pero Cristo no tiene lugar en el corazón de la cristiandad. Sardis tenía nombre de viva, pero estaba muerta. Por eso es tratada como el mundo: el Señor viene sobre ella cuando menos espera y recibe también la misma parte que el mundo.
El lector remarcará que la condición en la cual es vista cada iglesia, forma la base de la bendición especial "del que vencerá"; pero notad que ello se aplica a las dificultades y peligros que tienden a obstaculizar la fidelidad en la posición respectiva de cada iglesia (o asamblea).
Una recompensa especial puede así quedar asegurada en favor del vencedor.
Aun queda algo más a remarcar en lo relativo a las iglesias: el carácter propio de Filadelfia y la santidad a la verdad de Cristo. Por grande que sea su amor (es infinito e inmutable) y por grande que sea su bondad activa, lo que caracteriza nuestro conocimiento de Cristo, es su santidad y su verdad. Esto es de suma importancia. El poder del mal se halla presente, pero Cristo es quien tiene la puerta abierta o cerrada según le plazca. No se trata ahora de la operación del don de gracia en el obrero, mas del hecho que Cristo puede abrir la puerta de entrada a las almas. Y no estado. En medio de lo que sucedía, Él, conocía las obras de los fieles y había puesto ante ellos una puerta que nadie podía cerrar. Sus ojos percibían todo en bien de sus amados. El testimonio de la gracia debía rendirse sin que nadie lo impidiera. Los que sostenían la religión tradicional serían forzados de reconocer los santos de Filadelfia y entonces sabrían que Cristo los había amado.
Aun otro punto. El peligro para los fieles de Filadelfia no consistía en tornarse laodicenses, sino de flaquear ante la apostasía. Laodicea tiene sus propios problemas. Pero los fieles de Filadelfia habían tomado por gracia y retenido, no solamente la esperanza del creyente, sino la paciencia de Cristo en cuanto al cumplimiento de esta esperanza: "habían guardado su paciencia" y mantenido la autoridad divina de este libro. Podía parecer que Cristo, a quien pertenecían todas las promesas y a quien le había sido dicho: "Siéntate a mi diestra hasta que tus enemigos sean puestos como estrado de tus pies", está aun largo tiempo esperando que esto sea así. Pero los santos esperaban como el Señor había esperado, el cumplimiento de las promesas. No había pues tardanza de la parte de Dios, se trataba mas bien de su paciencia.
Es remarcable que Cristo no sitúe jamás su venida más allá de la vida de la persona de quien se habla o a quien se dirige. Las cinco vírgenes prudentes y las cinco fatuas eran las mismas que se durmieron y se despertaron: siempre es así, salvo una excepción, a saber, Pedro a quien el Señor reveló que debía morir; pero el Señor no habla de su venida. ¿Ahora que los siglos han transcurrido y las generaciones se han sucedido, esperamos al Hijo de Dios del cielo con un ardiente y real deseo? El espera pacientemente el momento de Dios. ¿Nos comportamos con semejante actitud? ¿Estamos firmes en una fe y en la esperanza efectiva? Esta condición no había de ser cumplida por los santos de Filadelfia, la poseían ya; en consecuencia serían librados de la hora de la prueba que vendría sobre toda la tierra habitada. Pero el Señor añade aun: Su venida. Su venida estaba presta, por lo cual "debían retener lo que tenían para que nadie tomara su corona". Lo que ciertamente caracteriza, en particular a los santos de Filadelfia, es, al término de una dispensación, la analogía de su posición con la de Cristo: sin apariencia de fuerza, pero con la puerta abierta ante ellos como había sido el caso para Él de parte del divino portero. Guardan su palabra y no niegan su nombre; en particular (enfatizo) la palabra de su paciencia. La manera en que son identificados en la gloria, llama nuestra atención como siendo una cosa bien preciosa en sí! Su característica (repito) es la verdad y la santidad: la verdad como ceñidor de la cintura (Efesios 6:14), pues es ella la que santifica. En Filadelfia no hallamos ninguno de los caracteres específicos de Laodicea - a cada cual lo que le es propio - tampoco existe nada en esta, de la fidelidad de Filadelfia. El peligro expresado era bien diferente.
Ahora desearía suplicar a los hermanos de no estar ocupados del mal: si el Señor ha puesto ante nosotros una puerta abierta - y esto lo ha hecho en gracia - nuestra parte es aprovecharlo; estar firmes en la verdad y la santidad por las que Cristo se caracteriza; y ser siempre parecidos a hombres que esperan a su Señor, guardando la palabra de su paciencia; seguramente, los tales, serán bendecidos. No se trata aquí solamente de la doctrina, si no mas bien de una actividad guiada por ella; de un camino formado en virtud del de Cristo.
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